Extensas llanuras, campos de cereales, aire límpido y cielo azul salpicado de nubes blancas... la meseta castellana, en este caso burgalesa, es unos de los máximos atractivos paisajísticos del Camino Francés. Las temperaturas extremas, los fuertes vientos y las grandes distancias ayudarán a los peregrinos a cultivar en su carácter la serenidad y la fortaleza.  

Si algo caracteriza al Camino Primitivo es su entorno en plena naturaleza. En la imagen una senda cerca de Puerma, en la primera etapa de dicha ruta jacobea.

Pajares, pueblo que da nombre a uno de los más conocidos puertos de montaña de la Cordillera Cantábrica, ofrece un acogedor albergue a los peregrinos del Camino del Salvador. Desde la ventana de una de sus habitaciones podemos contemplar una magnífica panorámica del entorno.

Después de su completo abandono en los años 60, la aldea de Foncebadón ha renacido, como tantas otras, a rebufo del impulso económico del Camino de Santiago moderno. Sus orígenes se remontan a un hospital de peregrinos en el siglo XII, fundado por un ermitaño de nombre Gaucelmo, que daba amparo a los devotos en los duros Montes de León.